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Mostrando entradas de julio, 2008

La Casa del Voodoo

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T e digo que los entreveía, que Nora hablaba con él desde el suelo, y entre cobras, vacas y gatas de yoga coqueteaba con él, sí, con su marido, Monsieur Didier Py. No, sí se puede coquetear con el propio marido, si él te dice, mi ratita, mi ardillita, y ella dice no, esta es la cobra y esta la vaca y esta la gata, y él, mi hamstercito, ¿qué vas a traer en tu zurrón en este día tan arduo de trabajo que te espera? En Navidad no puedes traer los mismos regalos que traes durante el año, y ella se restriega contra él como un gato, porque él está siempre de pie con el brazo extendido y la mano floja, como un arzobispo, y ella alisándose el pelo con la mano de aquél, si esto no es coquetear, o mandar a paseo a todas las neuronas de un ser humano, dime qué es. Pues con esta escena me recibió, por así decirlo, Nora. Tuve un aperitivo de lo que era su vida, que me imaginaba, conociendo la altivez de su cónyuge, y la automática pleitesía de Nora ante los hombres. Pero, oye, tras esta pantom