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Mostrando entradas de 2010

El árbol del Bien y del Mal

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—S oy el árbol del Bien y del Mal, soy el árbol de la verdad, de tierra, mar, y fuego, de las tinieblas y de la luz, del desierto y del maná, de lo carnal y lo espiritual, de lo eterno y lo efímero, que conozco el alpha y el omega, el que come de mi se igualará a los dioses, ¿entendido, serpiente? Éste es el mensaje que le tienes que dar a Ella, porque está escrito que Ella comerá de mi fruto. Así que no te estreses, serpiente, que verás que es muy fácil. Y es que no se podrá resistir porque yo conozco todos sus deseos, mi fruto es lo que ella quiere, en mi ve lo que en cada momento anhela: manzanas, uvas, cocos, una merluza fresca, un diamante, unas piernas más largas, 3 kilos menos, dos tallas más de pecho… —¡Serpiente, en posición!, que ahí vienen Él y Ella, solos en el paraíso, danzando como mariposas, ¿Qué dices, víbora? ¿Qué no están solos? ¿Qué hay un señor en el paraíso, con pijama?, y ¿con qué?, ¡ah!, lo de los bigotes es lo de menos, el pelo en el paraíso esta permitido, porq

¿Cuándo te vas a morir?

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L a cena se enfriaba en la mesa. No es lo que parece. Su mujer alza una ceja y afila los ojos. Quizás, le has visto tú, continúa. ¿Un sujeto alto y delgado como un ciprés, con un sombrero de paja terminado en capirote y ala ancha, barbilla puntiaguda como una proa? Buscaba a Francisca desde la mañana, la que nunca se iba morir, mil años, puro nervio... Yo todavía estoy temblando pero Modesto. Figúrate que le ha bromeado como siempre, Francisca, ¿cuándo te vas a morir? Y en ese momento ha salido su mano huesuda y amarilla de encima de una tapia y “quejjjj”, mató a Francisca. Microrrelato inspirado a "Francisca y la muerte" de Onelio Jorge Cardoso.

Ronaldo Menéndez, entrevista

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R onaldo Menéndez, Premio Casa de las Américas 1997 y autor, entre otras, de las novelas Las bestias y Río Quibú y de los libros de cuentos De modo que esto es la muerte y del recientemente publicado Covers, habla con Cabrastú. Cabrastú: Un hilo conductor de tus obras, Las bestias y Río Quibú, es el hambre, un hambre físico, carnal, primitivo, desesperado, caníbal y, en cierta medida, enigmático. ¿De qué tiene hambre Ronaldo Menéndez? ¿Qué hambre esperas en tus lectores? Ronaldo Menéndez: Tengo hambre de otros cuerpos, de otros libros, y de otros paisajes. Y de los cuatro elementos: viento, fuego, tierra y agua. ¿Mis lectores? Cada palabra es como una gominola, o como un fruto seco, o como la fibra de distintas carnes recién horneadas, o como un rollo de maki… Espero que sepan comer no solo según los francos sabores, sino también las texturas, los matices, los aromas… C: Rio Quibú, a parte de ser un libro trepidante, por su acción, por su escritura ligera en peso pero rica en matices

Cruzada de brazos produzco perlas

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¡ I mbéciles! ¿No saben que cruzada de brazos produzco perlas? Parecía decir su mirar tedioso y altivo, sus ojos de luna que todo lo han visto, su boca siempre entreabierta que preguntaba ¿qué quieres?, ¿y tú qué miras? Yo no me levanto por menos de diez mil euros diarios parecía decir mientras realzaba sus pestañas o se pintaba las uñas con la precisión de un coche metalizado. Pues eso, que cuando vi lo que bajaba por sus uréteres, se me escapó un monina, te vas a tener que levantar porque no es precisamente una perla lo que estas produciendo de brazos cruzados.

Cosas de película

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P or cierto, ¿hoy es domingo? y puso pies en polvorosa. No digo que fuese la primera vez que me ocurría, la hora de la verdad es la del desayuno, se sabe, pero al menos si hubiese dicho otra cosa, incluso un grito, un grito lo habría entendido más. ¿Hoy es domingo?, y salió corriendo, y yo detrás, recogiendo besos y caricias de la noche anterior como hojas de otoño. El portazo de la calle me devolvió a la realidad y lo vi. Lo único que me había dejado de él. Un papel caído en el pasillo. Lo volteé y ahí estaba, la Purísima Concepción mirándome con devotos ojos. ¡Y yo que pensé que esto sólo pasaba en la tele!

La medusa bicéfala

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--Júrame que no follaras nunca más con otras, o nuestra historia ha terminado Esto es lo que me dijeron las gemelas Elke y Anna mientras me ofrecían el habitual té. Todavía recuerdo como agarraba esa taza ardiente absorta en el tentativo de entender aquella denuncia. Yo tenía 18 años. Elke y Anna, las conocía desde tiempo, exactamente desde cuando comencé mis clases de alemán, 4 años atrás. Siempre había querido aprender un segundo idioma extranjero, así cuando encontré en el buzón la publicidad de una señora que daba clases a 5 minutos de distancia, no lo dudé un instante. Las clases siempre comenzaban con un tonificante té que sus hijas, tres años más jóvenes que yo, me servían en la cocina en una taza con dibujos estrictamente tiroleses, a veces estilo vaca, otras con ocas de pico amarillo limón y lazos azules al cuello, este tipo de cosas de delicado gusto germano. Durante aquel breve ritual nunca intercambié grandes palabras con las gemelas y siempre salía de la cocina co