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Mostrando entradas de 2013

Como callan las amapolas, como amapolas, brotan

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L a luna trasparente, como una oblea, quiere esquivarme en un cielo azul pastel. Un fantasma, una mensajera asustada, un confidente, la luna. La luna es una, y tiene tu misma mirada fija, de pestañas largas y lisas, así que comienzo despacio, bajito, inundada de luna y con un leve balanceo, como la amada en el balcón. Empiezo a hablarte y te cuento, nada, que la primavera ha sido muy lluviosa, y fresca, tanto que la gente se queja de que no ha habido primavera. Todos los días ha llovido, o casi todos, tal vez algunos días sólo cuatro gotas, pero todos los días. Ha llovido. Fieles a la lluvia. Sin embargo, yo habría dado un brazo por mostrarte los campos de amapolas, ¡cuántas han salido este año! Parece que se hubiera vertido un jarrón de besos, pero no cualesquiera, sino esos secretos, escritos, sellados, callados, como callan las amapolas. Aunque tal vez no, y ¿si al campo le brotase el dolor como amapolas?    Los campos se han llenado de flores. Ríos. Cada sábado los he visto

El eco de la soledad

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N o son latidos, es el eco de la soledad. Pero esta lluvia interior mantiene vivo a mi helecho, y así puede hablarme con sus temblores, su rocío plateado y su aroma, a tierra y a almendros.

La historia de siempre de la ausencia de cielo

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T e lamentabas de la ausencia de cielo, pero me pregunto, ¿el cielo puede pedir una ventana al cielo? No, yo creo que puede pedir que dé al mar o pedir una luna para que enigmáticamente salte de un lado a otro, entre velos, haciéndole cosquillas en el vientre un sol que lata fuerte y le dé calor o pedir un gato que juguetón deshilvane las madejas de las nubes No, cielo, no puedes pedirlo. Si quieres te traigo un espejo, mientras decides si prefieres que yo sea mar, luna, sol o gato