Como callan las amapolas, como amapolas, brotan


La luna trasparente, como una oblea, quiere esquivarme en un cielo azul pastel. Un fantasma, una mensajera asustada, un confidente, la luna. La luna es una, y tiene tu misma mirada fija, de pestañas largas y lisas, así que comienzo despacio, bajito, inundada de luna y con un leve balanceo, como la amada en el balcón. Empiezo a hablarte y te cuento, nada, que la primavera ha sido muy lluviosa, y fresca, tanto que la gente se queja de que no ha habido primavera. Todos los días ha llovido, o casi todos, tal vez algunos días sólo cuatro gotas, pero todos los días. Ha llovido. Fieles a la lluvia. Sin embargo, yo habría dado un brazo por mostrarte los campos de amapolas, ¡cuántas han salido este año! Parece que se hubiera vertido un jarrón de besos, pero no cualesquiera, sino esos secretos, escritos, sellados, callados, como callan las amapolas. Aunque tal vez no, y ¿si al campo le brotase el dolor como amapolas? 
 
Los campos se han llenado de flores. Ríos. Cada sábado los he visto despertar. Ya sabes que corro porque tu corrías y porque en mi carrera corre mi pensamiento, como la lluvia. A borbotones. Y corriendo bebí flores como un arroyo, simultaneas, consecutivas, con sus saltos pero con su continuidad. Vi una pared de brillantes jaramagos, y en el ondear de estas flores, la cabellera del sol. Vi un mar de arbustos que, como corales, acariciaban el aire con dedos violetas, y moradas las púas de los cardos Alcaucil, que los vi más acompañados que nunca. En pandilla y erguidos como lanzas también vi gamones amarillos, vi tagarnina alternar como siempre sus enormes púas y sus alegres dientes de león. Vi abrojos con su color bronce de iglesia germánica y sus hojas lanceoladas y uno de ellos muerto enredado en la verja con alambre de espino que costea el coto de caza. Pincho contra pincho. Vi también un séquito de bromus saludarme balanceando sus espiguillas, y dedaleras titilar a mi paso. Vi todo tipo de malezas que cantaban mi carrera y liebres huir y arañas cruzarse suicidas. Vi también orugas peludas con su arrastrar lento y despistado. Vi urracas malhumoradas y bandadas de golondrinas hacer remolinos en el cielo, lanzarse en picado y saltar de nuevo altísimo, en el azul. En el cielo y cruzándolo como balas vi también dos patos salvajes de esos que siempre me recuerdan al Citroen DS 19 con su ancho pico y sus faros separados. Vi tórtolas de collar correr y echar el vuelo y como siempre me pregunté como un ave con una cabeza minúscula puede tener un cuerpo como una pelota. Vi cuervos huraños y cuervos acompañados, perdices escondidas y perdices descubiertas. Un día vi un abejaruco luciendo todos sus colores, canela, turquesa, verde y amarillo, otro día vi una carraca y otro, un herrerillo, todos ellos pájaros azules, todos ellos extraordinarios, tanto que no puedo no pensar en ti cuando veo algo así de hermoso y único en mi páramo. Y vi, como no, una ligera mariposa blanca danzar delante de mí, del color y sustancia de la luna. La luna es una, y tiene tu misma mirada. Vi su baile nostálgico de hoja que cae, y no vi pero sentí resbalar una lágrima. También vi derramado, brezo bermellón, sangre del campo.

Sí, ha llovido mucho. Sí, he llorado todos los días, tal vez algunos días sólo cuatro gotas, pero todos los días. No, no ha habido primavera pero han brotado tantas amapolas. 

Brotan por ti.

Comentarios

Raúl Sánchez Plasencia ha dicho que…
La luna... No hay ente o cuerpo más inspirador, cuativador y misterioso para mí, como la luna. Noches de luna llena casi en vela mirando obnuvilado "la oblea blanca" como tú muy bien describes... ¡Me encanta tu relato! Magia tienes en tus dedos Elena... ¡No la pierdas nunca!
Raúl S.

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