Cabeza abajo pende
Cabeza
abajo pende de su sutil tallo y de dos finos dedos inventados por su cuerpo de
estrella.
Se deja mecer tibiamente por la brisa de la mañana,
como el
péndulo de un reloj sin cuerda,
y decide
si caer o
seguir agarrada,
a una
verja.
Arriba
un cielo azul,
abajo
un suelo mojado.
Campanas
de una iglesia cuentan diez,
pero la
hoja sigue temblando si caer,
o
seguir en el hierro de su verja.
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