Yan Lianke, gracias por el dolor


El sueño de la aldea Ding es una pesadilla arrolladora que tiene la belleza y el ritmo del otoño, estación con la que nos recibe este hermoso y terrible libro del escritor chino Yan Lianke, Premio Franz Kafka 2014.

Un libro muy lírico que no es lento sino inexorable en desembocar en el invierno blanco, el color del luto en China. En sus primeras hojas ya nos dice que "la aldea Ding desaparecería del mundo. Los vecinos, como las hojas, se ajarían primero y amarillearían, para caer después de los árboles con un susurro de sonajero. Y una ráfaga de viento se llevaría las hojas, como la aldea, a ninguna parte"
La historia narra el destino de los aldeanos de Ding tras que la mayor parte de éstos, a principios de la década de los noventa del siglo pasado  - como los habitantes de tantas otras aldeas de la provincia natal de Yan Lianke, Henan - participaran en el negocio de compraventa de sangre liberalizado entonces en China e impulsado por las autoridades locales. Un negocio llevado a cabo sin escrúpulos y que propagó el SIDA como una lluvia torrencial sobre tierra seca. Los enfermos, que apenas habían prosperado, ahora se veían abandonados, marginados en sus propias aldeas, esperando la muerte,  viviendo cada día como un día ganado.

Una obra muy dolorosa y más aún porque muestra una humanidad ruin que cuenta con los que se han enriquecido a costa de otros y con los mismos enfermos también. De hecho en el discurso del Premio Kafka, Yan Lianke dijo "Veo corrupción, disparate, malestar y caos", "el respeto por la humanidad se está desintegrando".  En el epílogo del libro habla de esta novela como de un "legajo de dolor y desengaño" y pide disculpas por causar un hondo dolor en este mundo que rebosa alegría.

Sin embargo, su manera de narrar es tan hermosa que yo le doy enormemente las gracias. No busca lo sensacionalista, sino que consigue dibujar un infierno que parece natural, por el que paseas sin detenerte. En China es muy importante el ritmo, la cadencia en la escritura, lo cual es lógico pues los grandes clásicos chinos son obras poéticas. Además de este lirismo, Lianke ha elegido como narrador a un niño muerto lo que otorga al libro dulzura y fantasía, sin caer en lo irreal o fantástico. Esta voz narradora tan particular agiliza el texto y lo hace trascender, tomar connotaciones épicas, que a su vez convierte al Sueño de la aldea Ding en un libro peligroso para la censura china pues tiende puentes a otras culturas, por su universalidad.

A mí personalmente me recuerda por una parte al realismo mágico latinoamericano, a Juan Rulfo y su Pedro Páramo por la carga onírica de la novela de Lianke, y por otra, a Yashar Kemal y su Teneke por su profundidad sociopolítica, aunque Yan reconoce que de entre los escritores occidentales sería Kafka uno de los que más le han influido. Todo esto inmerso en pinceladas Taoistas y Confucianistas, la naturaleza que teje la historia de la aldea y las jerarquías, las ceremonias que piden ser respetadas. Así nos enfrenta a un padre y a su hijo, antagonistas que representan tradición contra comunismo.


Pero no es sólo una novela sociopolítica. El sueño de la aldea Ding alberga una historia de amor desgarradora, muy compleja y extraña pero de una belleza que enmudece. Y con este silencio, que es el que produce este libro, os dejo. ¡Qué envidia poder leerlo de nuevo por primera vez!

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